El gerente educativo como
ente esencial, encargado de proyectar la educación y las instituciones
educativas, asi como una serie de valores y ejecutar las destrezas y
habilidades que deben interactuar con el sistema social en que está inmerso,
debe cumplir funciones de planificación, administración, coordinación, organización
y control que se complemente con las características personales idóneas de un
dirigente educativo tales como: honestidad, perseverancia, optimismo,
creatividad, liderazgo y capacidad de comunicación, para hacer optimo el
desempeño que le corresponde.
Estamos pues, ante una
educación en constante cambio que debe redefinirse de cara al futuro y que para
ello debe sufrir grandes reformas que la pongan a tono con lo que la sociedad
necesita para poder afrontar con éxito un mundo abierto y competitivo. Ante
esta situación, se hace necesario ver la gerencia educativa desde la perspectiva de la calidad total dado
que esta coloca como objetivo fundamental el satisfacer las necesidades y
expectativas del cliente. En este sentido, Yarce (2014:3), indica que “la
calidad total en la educación busca prestar un servicio lo más perfecto posible
y entregar un producto con características de excelencia”.
Dentro de este
planteamiento, se puede observar que el papel del nuevo gerente en educación,
no parece presentarse de manera fácil y sencilla, gerenciar en tiempos de
cambios implica reflexionar sobre nosotros mismos, esta tarea requiere de un
gran compromiso, entrega y responsabilidad, y más aún en la gerencia educativa
porque alrededor tenemos personas que aprenden de nuestras acciones y proceder.
El gerente educativo debe
influir de manera positiva en sus estudiantes y personal, debe estimular y
poder generar confianza en cada uno de ellos, ser capaz de liderar acciones y
tomar decisiones en conjunto, tener habilidad para manejar grupo, autoridad
para poder lograr lo necesario en los estudiantes y atrapar su interés por
lograr el objetivo de preparar los mejores estudiantes competente e integrales
como persona y profesionales.
De acuerdo con lo planteado
con anterioridad, se puede observar con cierta preocupación como el gerente
educativo debe enfrentar día a día cambios vertiginosos en su quehacer, en sus
funciones y en su práctica laboral, tomando en cuenta que las decisiones en
materia de políticas educativas son cada vez más centralizadas, sin embargo, el
buen funcionamiento de la institución depende en gran medida de las buenas
practicas gerenciales que desarrolle el gerente educativo, que pareciera que se
continúan ejerciendo paradigmas tradicionales que solo llevan a la inercia e
inoperancia de la organización escolar.
De igual manera, existe una
carencia de una buena planificación, partiendo de un diagnostico que determine
las necesidades de toda la comunidad educativa, observándose una actitud
negativa hacia la participación de los docentes en el proceso educativo,
principalmente en lo que respecta a la vinculación de actividades dentro de la
institución con la comunidad. Esta situación denota gran desconocimiento y
falta de compromiso direccionado a la visión de sociedad que se quiere
alcanzar, lo cual es altamente preocupante porque pareciera que la educación se
mantuviera anclada y estancada en un mismo punto, y no permitiera arrancar o
avanzar en la profundización de los cambios necesarios para el desarrollo
social y productivo del país.
En consecuencia, el papel
del gerente educativo no puede continuar siendo el mismo, la realidad le exige
cambios en su actuar como líder de una comunidad educativa, para dejar de ser
simples directores y ejecutores de lineamientos en constante variabilidad y
convertirse en verdaderos gerentes comprometidos con su personal, claros en una
misión y visión que conecta con la realidad de la vida estudiantil.